Hoy voy comenzar una etapa de recuerdos, ilustraré mis recuerdos con algunas de las pocas fotos que guardo en una caja de zapatos.
No tengo fotos de cuando era pequeñica, es posible que esta de la comunión sea la primera. Ahora que soy abuela y como los padres están muy informados me he enterado que no hay recuerdos de cuando eres bebe, total, yo solo tenía siete añicos en aquel entonces.
De padre anarquista y madre que solo pisaba la catedral de Teruel para fregar los entarimados del suelo a rodilla pelada, poca tradición religiosa “mamé”.
Un día llegue a casa y le dije a mi madre – l’Amelia comulga y yo quiero comulgar también-
Se asusto mi pobre madre- pero movió todos sus recursos para dar gusto a la tozuda de L'Amparin.
A la salida de Teruel en la carretera que va hacia Zaragoza había una mansión (al menos a mi me lo parecía) que siempre fue el sueño de casa donde yo quería habitar, la entrada estaba franqueada por unos arcos donde se enredaban rosales trepadores (el caramujo o escaramujo que Fernando subió en su diccionario de palabras) al llegar al final de ellos una escalinata daba acceso a la entrada principal, las habitaciones eran enormes y cada miembro de la familia disponía de una, (otro día contaré como era mi casa) Ella, mi madre, lavaba la ropa de aquella inmensa familia en un enorme lavadero donde el agua se podía cortar con un hacha, predominaba el sexo femenino y aunque no recuerdo cuantas hermanas eran, la más pequeña tenía mi edad. A veces jugaba con ella mientras mi madre terminaba su tarea, en un rincón del jardín había unos columpios donde yo daba impulso para subir lo más alto posible.
L’Amparin quiere tomar la comunión, es tan cabezona que no hay quien la convenza de que no puede ser- dijo mi madre a la señora- religiosa hasta la médula y viendo la posibilidad de traer una oveja descarriada al redil cristiano le dijo a mi madre- no te preocupes Feli, vamos a ver de solucionarlo-, sacó de un armario un precioso vestido digno de una princesa,-con el han comulgado todas mis hijas, aún falta la pequeña, lo lucirá tu Amparin y después ella-.
Aquel día mí madre subió a casa más contenta que unas pascuas, - comulgarás con l’Amelia- dijo.
Nunca olvidaré el suplicio de la peluquería, no podría olvidarlo aunque quisiera, en la parte derecha de mi cabeza luzco una pequeña calva (no se ve y nadie la aprecia, solo yo) fruto de unas bolsitas que colocaron en unos bigudís y que ardían para marcar esos preciosos tirabuzones que luzco en la foto.
El ramo de flores es un “pegao” que me adjudicó el fotógrafo, yo no quería cogerlo, le dije que no me gustaba, que a mi las flores me gustaban vivas, tuve que ceder a mi tozudez y aceptar el dichoso ramo para no disgustar a mi madre y mis tías.
(Aqui estamos l'Amelia y l'Amparin con la familia en la Plaza el Torico)
Llevé mal lo de ir al catecismo y el tener que confesar mis pecados, pero no podía dar marcha atrás a mi cabezonería, así que comulgué y tomamos chocolate con pastas en aquella primavera de hace 50 años
5 comentarios:
Dios mio!...nos ataca la posguerra..;);)..mujer el que seas abuela y que dejes de trabajar no te tiene que desanimar...porque yo soy muy nostalgico pero tú no...lo haces porque piensas que tienes que subir un escalera...nada de nada!...quiero verte con fotos de nieve y mares tormentosos y azules...vale?...besos
¿quien ha dicho que estoy desanimada?...ya llegaran...ya llegaran esas fotos
Tu primera foto, tal vez uno de tus primeros recuerdos. No sé si los niños recuerdan bien o mal, pero lo que sí es cierto que que tenemos tan pocos recuerdos de aquellos días como fotos en las cajas de zapatos. Y tal vez sea lo mejor, así los de tu "quinta" no recordéis el rugido en las tripas, la falta de caricias y mimos...las madres y padres de antes eran menos cariñosas (no tenían tiempo que perder en esas cosas) y no sé como sería la tuya, pero las caricias con manos heladas debían ser peor que los tortazos...
Es broma que sé que tu madre era estupenda...
El traje prestado ¡ayyy! yo me libré por los pelos, porque a mi padre le tocó una de catorce y vino el traje de comunión y la tele en color. Mi hermana mayor lo llevó prestado y la menor heredó el mío (aún sufro represalias rencorosas por ello)jajajaja
Besetes, me has ehcho pasar un buen rato al despegarme de los proyectos de los coj...
Es buen refugio el pasado cuando la inclemencia del presente acucia.
Allí sabemos ya que el final fue siempre amable.
Aunque a mí me sobrevino la primera comunión cuando tú nacías te leo como si fuera yo también un cierto eco de aquellos tiempos tan poco acogedores.
Debe ser la distancia de esas viejas fotos sepia.
Un beso.
nunca me habías contado lo de la calva... jeje
menos mal que tienes esa foto testimonial, porque sino jamás hubiera creido que hubieras tomado la comunión y que los iaos 'felices' te hubieran dejado.
por cierto, m.manuela, que un décimo de la lotería evitó que yo también comulgara de prestado (primero fue lo de la epilady y ahora esto, tenemos vidas paralelas!).
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