Teruel ha cambiado el verde por el gris

Hace un tiempo, en una de mis subidas a Teruel y visitar la tumba de mi abuela vimos que la capillica estaba sin cristal y el marco en el suelo, nos lo trajimos a casa con el fin de componerlo y volver a ponerlo en su sitio, lo deje en un rincón del balcón de mi casa para llegado el momento colocarlo.

-Tenemos que ir al cementerio a poner lo de mi abuela- le dije a Miguel -como la semana que viene es todos santos vamos y así de paso le ponemos unas flores-. Me producía inquietud tener en el balcón algo que pertenecía al lugar de los muertos, ya había pasado demasiado tiempo allí, a veces sentía la sensación de que el espíritu de mi abuela me recriminaba que le hubiese arrebatado sus pertenencias.

Después de una semana de grandes lluvias ayer el sol lucia radiante como en un día de primavera, el camino a la ciudad olvidada se ha acortado, ya no hay cuestas del Ragudo ni interminables colas de camiones y coches que ralenticen el trayecto.

Tengo que ser crítica con mis paisanos, me dio pena ver el Teruel moderno, en mis recuerdos predomina la sencillez de la arcilla y los colores de la cerámica verde y azul que daban reflejos a un lugar siempre coronado por el sol. Ahora todo es gris, La Glorieta se ha convertido en una plaza de diseño de colore lúgubres donde a los árboles se les han calzado zapatos de cemento para impedir que desarrollen y expandan sus raíces…que lejos queda esta imagen

La Plaza de la Judería, el Ovalo, la Plaza de San Juan… lugares emblemáticos que yo no conservan el mas mínimo vestigio de lo que fueron y parece ser que la misma suerte es la que va a correr la Plaza del Torico que esta en obras toda patas arriba.

Y no solo ha desparecido la esencia de los colores, el café, el chocolate, el melocoton en almibar y los pasteles de nata de “Casa Muñoz”, las olivas negras, la cecina, la miel, la morcilla de arroz y la longaniza de Aragón han muerto de sus orígenes artesanos para dar paso a la elaboración industrial y con ella han sepultado del marco de los porches todos aquellos establecimientos que convertían a la plaza del Torico en un zoco.

El cementerio tampoco se libra de la transformación, las escaleras que daban acceso peatonal al cerro y que eran rojas con reflejos verdes estaban valladas, en obras.

Dentro las cosas también han cambiado, por mas que buscamos la tumba de la abuela…había desaparecido, tampoco estaba junto a ella la “tía Campanera” una mujer que murió siendo yo pequeña y que los hijos la homenajearon haciéndole una sepultura que replicaba una ermita de ladrillos de arcilla roja, un campanario con diminutas campanas y una foto en el lugar que ocupan los relojes culminaban el monumento, al parecer el tiempo de alquiler de los terrenos ha caducado, así lo explica un cartel pegado en la pared, me produjo rabia, no soy mujer de muchas creencias pero era el lugar donde reposaban los restos de mis ancestros.

Colocamos la capilla en rincón y deje las flores en el lugar donde ahora solo es un hueco en espera de otros restos.

“Cuevas del siete” aquí las casa se incrustan en la tierra, en estos parajes pase mi infancia.