
Lamento no tener imágenes de aquellas nieves que decían los más viejos del lugar que habían sido las máss intensas desde hacía varias décadas, pasamos varios días incomunicados sin apenas poder salir de casa.
La anécdota de aquel frio invierno la protagonizó mi hermano Antonio, se perdió en las montañas cuando viajaba en un camión por rutas forestales y le sorprendió la tormenta, salieron patrullas a buscarlo y lo encontraron tres días mas tarde tan tranquilo en un pueblecito cerca de Albarracín.
Con la llegada de la primavera un manantial de agua surcaba el pueblo, fruto del invierno crudo, mi recuerdo no alberga otras aguas como aquellas ni lugares que despierten tanto cariño, yo diría que fui un poco salvaje, felizmente salvaje.
Entre mis recuerdos esta historia …
La víspera de Todos los Santos, la llamada noche de Ánimas las jóvenes se reunían en la casa de alguna de ellas, hacían torrijas y a la luz de la lumbre mientras tomaban chocolate y comían las pastas se contaban secretos y se hacían confesiones que nunca saldrían de aquellas paredes.
La víspera de Todos los Santos, la llamada noche de Ánimas las jóvenes se reunían en la casa de alguna de ellas, hacían torrijas y a la luz de la lumbre mientras tomaban chocolate y comían las pastas se contaban secretos y se hacían confesiones que nunca saldrían de aquellas paredes.
Aquella noche la reunión se celebraba en la casa donde vivíamos, mi madre aún era joven y las mozas veían en ella una buena confidente.
Mientras esto ocurría los mozos jugaban a las cartas en el único bar que tenía el pueblo. Después y malévolamente tapaban las cerraduras de sus casas con masa de harina para que tuviesen dificultad de entrar y se asustasen, entonces ellos estarían allí para galantemente ayudarlas y conseguir algún beso robado.
Naturalmente todo esto tenía que suceder antes de las 12 de la noche, hora fatídica en la que todo el mundo ya estaba encerrado en sus casas por si volvía…
El hombre de la capa negra
Hace muchos años, vivía en este pueblo un buen mozo de nombre Juan Manuel Merchante. Pero también había otro, al que llamaban “Pinto”, el cual, envidioso de de Juan Manuel le propuso que demostrara su valor acercándose al cementerio el día de las ánimas al filo de la medianoche.
Como prueba de ello debía dejar unas piedras en la puerta, de modo que al día siguiente demostrara su presencia en aquél lúgubre lugar.No sabemos qué fuerza le llevó a aceptar tan extraña petición, pero el caso es que así lo hizo.
Una vez cumplido el cometido indicado y cuando ya regresaba hacia su casa se encontró con un desconocido, vestido todo de negro con larga capa y sombrero, que le preguntó por el camino de “La Serna” y si no tendría problema en acompañarle.
Valiente de por sí, y sin recelar nada, no tuvo inconveniente y comenzaron su andadura. Por angostas trochas llegaron hasta el “Alto de la Horca” en donde Juan Manuel se volvió, más que nada por comprobar si el forastero le seguía, y vio que de sus ojos salían destellos de fuego.
Al ver aquello se asustó lo suficiente como para inventar una estratagema y huir. Pretextando una urgente necesidad fisiológica se adentró entre los matojos, pero el anónimo acompañante le dijo que no se alejara en demasía, las campanas de la iglesia empezaban a dar la primera y que antes que oyera la última tendría que regresara a su compañía.
No esperó más Juan Manuel para salir corriendo hacia el pueblo. En esto oyó la cuarta. A la altura de “Los Dornajos” sonó la sexta.Ya junto a la Iglesia sonó la octaba y el siguió corriendo como alma que lleva el diablo (y nunca mejor dicho) hacia su casa.
Volvió la vista y vio en su carrera que el de la capa negra y ojos de fuego echando como chispas por todas partes corría casi sin que sus pies tocasen el suelo.
Justo le dio tiempo a Juan Manuel para llegar a su casa y cerrar precipitadamente la puerta en el momento que la última campanada repicaba en el campanario de la iglesia.
Un fuerte golpe en la puerta y las palabras del siniestro personaje de la capa negra que ya no le cabía duda que no era otro que el propio demonio decían…
”por una campanada te has librado, de tus pies te has valido pero tu alma será mía”
A los ruidos, despertó la madre del muchacho y, una vez enterada del mal trance, estuvieron rezando hasta el amanecer.
A la mañana siguiente pudieron ver que, en la puerta y en la parte superior había la huella de una mano grandísima marcada a fuego, que duró muchos años como testimonio de la persecución de que había sido objeto el valiente de Huélamo por el hombre de la capa negra.
Dicen, cuentan, que el valiente mozo enfermó y nunca más salió a la calle, falleciendo unos años más tarde.
Doy fe de que yo vi aquella puerta en la que se podía apreciar perfectamente la huella de una mano grabada a fuego sobre la madera.