Esta amaneciendo, soy lenta escribiendo, tengo que revisar mil veces la ortografía y aun así se me cuelan las palabras sin acentos, cuando termine este post el sol ya estará brillando en esta mañana que huele a primavera.
Intento plasmar algo intimo, pero que no tenga matices de tristeza, muchas veces he pensado abrir un nuevo blog en el que escribir desde el anonimato, decir lo que siento y que nadie sienta pena ni preocupación.
A menudo pienso en mi madre, sus hijos, sus nietos y las gentes que la conocieron la recuerdan como una mujer dulce que siempre daba todo lo que tenia, hoy no se si la llegamos a conocer, paso su vida dedicada a todos y poco sabemos nadie de ella.
Era pequeña, menuda como un pájaro y viva como el hambre, decía mi abuela que era muy cabezona y que no quiso ir a la escuela, que es por eso que no aprendió a leer ni escribir.
Me contaron mis tías que tuvo un novio al que quiso mucho, que tenían todo preparado para la boda y se le murió, después llego la guerra, además del amor en el camino del éxodo perdió su juventud.
No encontró un gran amor en mi padre, se casaron en medio de la etapa negra de la posguerra e intentaron ser felices, el trabajo no la amedrento, lavaba la ropa en una gran casa, sus manos siempre olían a lejía y jabón, su sonrisa se helo como el agua del lavadero.
Vivió sus penas hacia dentro, nadie la llego a conocer, si notabas tristeza o dolor y le preguntabas ¿Qué te pasa? Siempre contestaba…nada…nada que era un mucho.
En la época de mi adolescencia, me era imposible dialogar con ella, nunca le conté un secreto ni le pedí consejo, al pasar los años me reencontré con ella, ya no valía que me contestase con ese “nada” sabia que algo le pasaba, lo presentía nada mas verle la cara aunque ella jamás se quejara.
Que nadie piense que era una mujer triste, Llevo siempre la Felicidad a cuestas, la vivió para todos y nos regalo su alma.
SILENCIO (Neruda)
Yo que crecí dentro de un árbol
tendría mucho que decir,
pero aprendí tanto silencio
que tengo mucho que callar
y eso se conoce creciendo
sin otro goce que crecer,
sin más pasión que la substancia,
sin más acción que la inocencia,
y por dentro el tiempo dorado
hasta que la altura lo llama
para convertirlo en naranja.