2013/02/23 | By: Maitena
Hace tiempo que mis dedos no se deslizan por el teclado para plasmar lo que siento o lo que pienso. Hoy se me ha ocurrido volver escribir aquí en esta pagina solitaria y a la sombra de ese gran árbol de la vida, lo hago desde la convicción de que nadie lo leerá y que mis palabras serán como mi mudo pensamiento.

Acude a mi memoria aquella lejana edad de la adolescencia, Fue difícil traspasar la etapa, era insegura y me costo superarla. Cuando conseguí situarme empezó a gustarme como era, no en el físico  que siempre me pareció imperfecto, el otro, el interior, ese me gusto y me sentí a satisfecha con el.

Muchas fueron las personas que me dijeron "no cambies nunca".

Y así fue, nunca cambie, siempre me mantuve en lo que creo fue una linea ética, aprendí de mis padres que la honradez esta por encima de todas las cosas y siempre procure no apartarme de esa enseñanza. De la primera etapa de mi vida lleve siempre conmigo la rebeldía, ha sido siempre una fiel compañera, mi mejor amiga, y no es que sea rebelde sin causa, soy rebelde con causa y me me indigno ante todas las injusticias sociales.

 Estoy a punto de traspasar otro Rubicon y vuelvo a estar insegura de mi misma, aquella rebeldía que siempre me ha caracterizado se encuentra desmotivada y eso me asusta. A nadie le importa que yo sea como soy y que no cambie, no es que pretenda ser el centro de atención del mundo, quiero ser mi centro, sentirme centrada.

Quiero pensar que mi apatía de ahora no es otra cosa que el temor de pasar a ese otro lado que no es nada parecido al que he relatado al principio, este es distinto, muy distinto, voy a pasar a la ultima etapa de mi vida, y no es como la de la adolescencia que aunque en ese momento parece difícil te das cuenta  que descubres la vida y las ilusiones y poco a poco te sientes segura y dueña de tus actos, en esta tengo miedo, miedo a sumergirme en un túnel en el que no pueda encontrar una salida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No desesperes, siempre hay alguien que escucha, o que lee. Soy un chico español, tengo 35 años, sin trabajo, con un futuro que, bueno, ya vemos cómo está todo; parece que para deprimirnos tenemos pista.

Sé que mi edad no es la tuya, ni siquiera nuestras circunstancias serán las mismas: básicamente no tengo un duro, y además no tengo forma de tenerlo. Supongo que a tus 35 años la cosa no era así, y a veces prefiero no pensar en cómo será cuando yo alcance a mis padres.

Yo como tú, he sido bastante rebelde siempre, y no rebelde de pataleta, papá y ya está. Rebelde de cambiar hasta mis hábitos para seguir una línea ética y sentimental, que no iba con mi generación, ni con la anterior, ni con la anterior, ... Lo que más he escuchado en mi vida es "ya cambiarás" o "no vas a conseguir nada" o "por eso no haces dinero". Pero desde que tengo 18 años pienso y siento más o menos lo mismo. Creo que he aprendido a estar cómodo con mi inconformismo, con mi lucha y pelea ante las estrellas. No he conseguido nada, y a la vez lo he ganado todo. Momentos tristes tengo, y no puedo hacer nada salvo lo que siempre he hecho: ante un problema, lo importante es mi actitud frente a él. Eso es lo que puedo hacer, no venirme abajo, tan solo escuchar al río, quizá si quiero pueda cruzarlo.

Todo este rollo es para darte mucho ánimo, y aunque supongo que lo has leido, si puedes vuelve a leer Siddharta de Herman Hesse. Es un libro baratito, que se lee en un momento, pero que puedes estar toda una vida digiriéndolo, entendiéndolo, sintiéndolo.

Nuestros caminos se han cruzado al leerte, quizá por el sugerente título de tu entrada. No sé cuando nos volveremos a cruzar, pero ojalá mientras te vas con Vasudeva a escuchar hablar al río, en esa etapa de tu vida, sigas teniendo un poco de empuje, de ánimo, de actitud. No estás en ningún túnel, tu vida es un campo abierto, lo ha sido siempre, yo hoy iba andando por la vereda, y al verme a tu lado me he detenido a saludarte.

Que nuestra única ideología y doctrina sea la del amor, que nuestra única finalidad en la vida sea querernos, escucharnos, apoyarnos, y comprendernos. Hay una estirpe muy difusa que sólo quiere lo contrario, y aunque parezca que lo consiguen, somos como longevas piedras: pertenenecemos al todo inamovible, nuestro objetivo está alcanzado desde que el mundo es mundo. Por supuesto, no estamos en ningún túnel, hay que celebrarlo.

Un abrazo fuerte, mucho ánimo y mucha suerte.

Juan.

Maitena dijo...

Me ha emocionado tu comentario, ya ves, lo escribí pesando que nadie lo leería y llegas tu desde vete a saber donde y me dejas una preciosa carta.

Es cierto como dices que tus circunstancias y las mías no son las mismas, es cierto, no lo son, pero tampoco son tan distintas, tengo dos hijas de edades aproximadas a la tuya y se perfectamente lo que significa no tener un duro y sentir dolor al pensar en el futuro de ellas y mis nietos. Lamentandolo profundamente y pese al gran esfuerzo que hicimos por dejaros u futuro lleno de posibilidades o lo hemos conseguido.
Aun así, y pese a que mi entrada quizás te ha resultado algo deprimente nunca pierdo la ilusión ni la esperanza.
Es posible que ya no entres mas e este pequeño espacio que durante algún tiempo fui llenando con pequeñas cosas, me habría encantado tener un referente donde poder contactar contigo y darte las gracias por dedicarme un poco de tu tiempo.
Un abrazo Juan, quien quiera que seas y estés donde estés ya formas parte de esa vida que intente dejar plasmada e este blog.

Julio (Ybris) dijo...

Ya ves que alguien te había leído, aunque haya tardado hasta hace cuatro días en decírtelo. Yo también te había leído pero había querido esperar hasta hoy para decírtelo. Tú ya sabes por qué.
Yo pasé por ese Rubicón hace cinco años y,cuando Pilar,mi mujer, está a punto de pasarlo también este año,doy fe de que uno sigue siendo después lo que hasta entonces había sido. No tengo duda que eso será también muy cierto para ti y de que la salida del túnel coincide con su misma entrada y con el camino que hasta ella te ha llevado.

Anónimo dijo...

ale, ale y ale...que pareceis adolescentes... no hay melancolía ni miedo que no cure una copa de pacharán.
un beso.
Felicidades
Esther

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