2007/05/19 | By: Maitena

primer trabajo y primer amor

(trece años tenia)






Ayer comentaba con mis nuevas compañeras de trabajo ( a las que ya me voy acostumbrando y que en realidad no son tan distintas del resto del mundo y que además se que ellas nunca me defraudaran por que no les abriré totalmente mi corazón) la miseria que representa nuestros sueldos y que podríamos hacer para ganar mas, hablabamos de puriemplearnos los fines de semana en algún restaurante sirviendo comida en los banquetes de bodas.

Volviendo la vista al pasado como es habitual en la mayoría de mis comentarios he recordado cual fue mi primer empleo…

Después de sacarme el certificado de escolaridad a los trece años, ya no tenia sentido continuar en la escuela un año mas hasta la edad escolar obligatoria que en aquel entonces eran los catorce, le dije a mi madre ( mi padre siempre estaba ausente y las decisiones las tomaba ella) que ya no quería ir a la escuela, que lo tenia que aprender ya lo había aprendido, no tenia posibilidades de estudiar y total no tenia sentido retrasar un año para ponerme a trabajar, ya tenia empleo, una amiga me recomendó al encargado de un almacén de naranja y empezaría a la semana siguiente. Refunfuño y vaticino que me cansaría a los cuatro días, ella quería que yo fuese costurera, que la naranja era muy dura y allí a las mujeres se las trataba mal, además no tenia la edad y eso a mi padre no lo haría ninguna gracia.
Tenia razón, era duro, se pasaba frió y mis manos se hincharon de rojos sabañones, a pesar de ello la tarea de colocar las naranjas perfectamente alineadas dentro de las cajas para la exportación me gustaba y el día que cobre mi primer sueldo y se lo entregue a mi madre me sentí muy grande ( 80 pesetas la hora) Me divertí cuando vino una inspección de trabajo y la encargada perdía el culo por sacarme a escondidas para que no me viesen.

Aquellos días de frió invierno también fueron el preludio del primer amor, la primera ilusión. aunque parezca una paradoja era rubio y tenía los ojos azules, no era muy alto, algo más bajito que yo y se llamaba Octavio.

El trabajaba justo enfrente, en una fábrica de muebles, se convirtió en mi sombra, apenas salía de mi casa el ya estaba en la esquina esperándome y juntos regresábamos al terminar la jornada. Aquel invierno de 1961 experimente el mas dulce y noble amor, me sentí la mas querida, el me profesaba un amor tan grande que aun al pensarlo me duele haberlo dejado pasar tan tenuemente, nunca he vuelto a sentir con tanta intensidad el hormigueo en el estomago cuando su mano me rozaba, nunca los besos me supieron tan dulces y hoy al recordarlo pienso en las palabras de Cortazar…”nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces”… paso el invierno y dos años después termino el idilio, ahora nos cruzamos alguna vez por la calle y ni siquiera nos saludamos, nuestras miradas se cruzan y aun siento que tiemblo como “una luna en el agua”

2 comentarios:

Camino del sur Pilar Obreque B dijo...

Primero mi saludo, llegué casualmente, es mi primera visita a tu blog. Relatas en una forma muy agradable de leer tus recuerdos, aparte que en sí son hermosos

Abrazos desde el sur.

ybris dijo...

¿Por qué será que con el paso del tiempo los recuerdos resultan amables y hieren tan poco?
Quizás se queda uno sólo con la paz que dejaron, con el hueco que llenaron, con la ilusión que entonces sentíamos o con la satisfacción de haber hecho lo que debíamos.
De todos modos te digo lo que me digo a mí mismo tantas veces: el presente no ha de ser diferente del pasado y aún hay lugar para vivir ahora como lo hicimos entonces.
También hay lugar para estos recuerdos en el futuro que nos aguarda.

Muchos besos.

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