Anoche en el entorno político que me rodea y que siento cercano se celebraron dos cenas de compromiso paralelas. Hace algunos tiempos unidos, hoy navegando en diferentes barcos pero en las mismas aguas, con similares rumbos pero con catalejos de diferente color en su prisma.
El referente político se deterioró y antes de que el barco se hundiese por sobrepeso nos amotinamos y tomamos un bote que nos alejase del remolino que amenazaba con tragarnos.
Algunos marineros se resistieron, pensaban que no debían abandonar el proyecto que también era suyo, que debían quedarse para tratar de reconquistar el lugar que les pertenecía por derecho.
El pequeño barco en el que decidí embarcarme anoche puso rumbo al norte, Burjassot. Miles de veces he pasado rozándolo, pero nunca el viento me acercó a su puerto a pesar de que siempre permaneció su nombre muy cerca familiarmente, ya que mi madre permaneció un tiempo entre sus muros a consecuencia de la evacuación de Teruel durante la guerra y de vez en cuando en los relatos que guardaba en su memoria solía contar la buena acogida que este pueblo les dio a toda la familia. A pesar del éxodo y de la pérdida de todas sus pertenencias solía terminar siempre sus recuerdos con una frase…”en Valencia no se pasa hambre” haciendo referencia a la inmensidad de su huerta.
La tertulia entre picaeta i picaeta paso rápida. La sobremesa, acompañada como en las cubiertas de los barcos piratas de una botella de ron, abrió el turno para ir exponiendo las diferentes opiniones del grupo.
Habló uno de los marineros que decidió quedarse. Contó el largo año de torturas psíquicas que ha sufrido, el juicio y la reclusión en las bodegas lejos de toda comunicación con el resto de tripulantes y la humillación de ver como ultrajan los derechos de ruta.
Así, unos tras otros fueron relatando las malas artes y el poco rigor que ha caracterizado tanto al capitán y los segundos de abordo como al resto de la marinería, que han olvidado los más elementales derechos de la navegación en aguas de la igualdad y la dignidad.
Nuestro bote terminó la travesía ya entrada la madrugada entre copas, baile y risas.
El otro barco se quedó varado a orillas del barranco, entre a-marga-gloria.
Este post se lo dedico a la persona que día a día se enfrenta al moobing laboral y a pesar de ello aun ve la utopía a través de su catalejo.
El referente político se deterioró y antes de que el barco se hundiese por sobrepeso nos amotinamos y tomamos un bote que nos alejase del remolino que amenazaba con tragarnos.
Algunos marineros se resistieron, pensaban que no debían abandonar el proyecto que también era suyo, que debían quedarse para tratar de reconquistar el lugar que les pertenecía por derecho.
El pequeño barco en el que decidí embarcarme anoche puso rumbo al norte, Burjassot. Miles de veces he pasado rozándolo, pero nunca el viento me acercó a su puerto a pesar de que siempre permaneció su nombre muy cerca familiarmente, ya que mi madre permaneció un tiempo entre sus muros a consecuencia de la evacuación de Teruel durante la guerra y de vez en cuando en los relatos que guardaba en su memoria solía contar la buena acogida que este pueblo les dio a toda la familia. A pesar del éxodo y de la pérdida de todas sus pertenencias solía terminar siempre sus recuerdos con una frase…”en Valencia no se pasa hambre” haciendo referencia a la inmensidad de su huerta.
La tertulia entre picaeta i picaeta paso rápida. La sobremesa, acompañada como en las cubiertas de los barcos piratas de una botella de ron, abrió el turno para ir exponiendo las diferentes opiniones del grupo.
Habló uno de los marineros que decidió quedarse. Contó el largo año de torturas psíquicas que ha sufrido, el juicio y la reclusión en las bodegas lejos de toda comunicación con el resto de tripulantes y la humillación de ver como ultrajan los derechos de ruta.
Así, unos tras otros fueron relatando las malas artes y el poco rigor que ha caracterizado tanto al capitán y los segundos de abordo como al resto de la marinería, que han olvidado los más elementales derechos de la navegación en aguas de la igualdad y la dignidad.
Nuestro bote terminó la travesía ya entrada la madrugada entre copas, baile y risas.
El otro barco se quedó varado a orillas del barranco, entre a-marga-gloria.
Este post se lo dedico a la persona que día a día se enfrenta al moobing laboral y a pesar de ello aun ve la utopía a través de su catalejo.
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4 comentarios:
tus amigos tienen suerte de tenerte entre la tripulación.
Por cierto, éste post me ha recordando unos versos de José de Espronceda que aprendí cuando pequeña en la escuela:
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.
Tienes suerte Amparo de estar tan bien acompañada en tus noches de ron...aunque tal vez un pacharán no habría estado mal.
Tu compañero condenado a bodega debe sentirse muy orgulloso de tener gente como tu a su lado. Así seguro que no dejará de ver la utopía a través de su catalejo. Estoy segura que vosotros sois el norte de su brújula. Y que cada noche en la bitácora de su corazón, guardará fuerzas para enfrentarse a cada nuevo día de humillación.
Quién olvida las leyes de la marinería está condenado a ser un mercenario del mar y lo que es peor, de la vida y del honor.
un abrazo.
precioso post
No hay más remedio que escrutar la utopía con el catalejo más propio que tenemos.
Esa es la gloria y el trabajo de los constantes.
Besos.
se ha esfumado mi comentario...
Recomenzar no es igual...
Menudo el catalejo
y grandiosa la utopía
de quien le mira....
Y grande tú Amparo que brindas
comprensión,ron,pacharán?
Todo nos da igual,tú eres lo que cuenta.
besos
El moobing, se extiende ya a todas las facetas de la vida, puede existir moobing hasta en las relaciones de pareja....un beso de azpeitia...enhorabuena por tu blog.
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